La ecuatorianidad al palo[1]
María Isabel Durango
“Lo que quieren es un amo, piden un amo, pues bien, lo tendrán.”
(Lacan, SXVII)
Marcel Czermak, en su texto Notas acerca de la perversión en la vida social de los grupos (1987) nos introduce a una re-flexión: El Psicoanálisis en extensión nos pone frente a un punto de rebote en relación con la ética, a través de un movimiento moebiano que parte del psicoanálisis en la práctica clínica y por el que, mediante una semitorsión, el efecto de lo particular se vuelca a un cuestionamiento social. Siendo rigurosos con el objeto que nos concierne –el inconsciente–, se vuelve entonces necesario articular dos aspectos que parecerían ser “las dos caras de una misma moneda”: nuestra experiencia del “uno a uno” y los así llamados problemas institucionales, sociales o políticos (Czermak, 1987).
Esta época, caracterizada por el ocaso del Nombre-del-Padre (Melman, 2005), tiene como efecto que la enunciación sea rápidamente remplazada por los enunciados, palabra instantánea y que “está a la mano”. En este sentido entonces, el psicoanálisis no está en una situación muy fácil, porque dar lugar a la palabra, es dar lugar al sujeto cuya palabra está agujereada y siempre abierta, y la demanda contemporánea no siempre está interesada en esto. Entonces, ante los problemas sociales, ¿Qué podemos decir desde el psicoanálisis? ¿Es que el psicoanálisis se interesa por el lazo social? ¿Qué se puede decir de la arena social ecuatoriana desde del Seminario XVII?
A partir de los cuatro discursos, los que hacen lazo social, pensamos en la relación con el Otro / otro. Y entonces nos remitimos también a pensar en el prójimo y semejante, importante también para introducir aquí el discurso del colonialismo, ese que Melman desarrolla a partir del discurso del Amo. Es necesario diferenciar el nivel imaginario en el que Lacan piensa que la significación de la alienación, constitutiva del yo, aparece en la relación de disyunción que estructura, en el sujeto, la relación dual de yo a yo. Es decir, Lacan plantea la paradoja de que la disyunción « tú o yo » es consecuencia de la alienación: « tú es yo ». (Lacan, 2010 [1964 – 1965])
En el seminario XVII se plantea las posiciones que el sujeto puede tener en el lazo social, a partir de los cuatro discursos, pero para ello, el padre hace función. El padre es un agente causal, es un agente que permite que se dé la castración, por lo tanto, es un efecto del lenguaje (Lacan, 1999 [1969 – 1970]). El lenguaje introduce la castración, la palabra como asesinato de la Cosa. Así, Lacan va más allá del padre freudiano, planteando al padre como una construcción del lenguaje, que tiene efectos, que es un operador estructural; sólo así se devela una noción del padre que difiere del padre tiránico cuyo fin es la muerte por el hecho de ser tirano. El sueño de un pueblo conquistado es que el tirano muera.
La relación entre el yo y el otro a través de la palabra es una relación imaginaria, es la relación metonímica, de la palabra plena, la relación especular, “entre iguales”, quizás adscrita a la lógica del enunciado, pero que estructuralmente está atravesada por la lógica del discurso, donde el otro está encarnando al Otro; el sujeto recibe del Otro su propio mensaje invertido, por lo que el inconsciente es el discurso del Otro.
Melman advierte que, en la situación colonial, entre el amo y el otro hay una ruptura que tiene una función como si entre el uno y el otro se pertenecieran, no del mismo espacio, ni tampoco del mismo origen, sino de espacios y orígenes diferentes; en esta dialéctica, el goce ya no es un elemento que los reúne, en vez del goce, está la violencia que sostiene el amo sobre el otro (Melman, 2002).
Si la relación del sujeto al amo es leída como se plantea en la dialéctica del amo y el esclavo hegeliana, nos deslizamos a una relación imaginaria, entre el sujeto y el otro, dialéctica especular donde el Otro aparece “no barrado” o “sin tachadura”. Es el amo absoluto.
Un amo colonialista.
Nuestra historia de la conquista y el colonialismo marcan un origen que se constituye como dificultad hasta nuestros días. Los modos autoritarios de aquella época como las encomiendas (la corona española encomendaba a un colono tomar a un grupo de indígenas para catequizarlo y cobrarle los tributos); las mitas y los obrajes (la obligatoriedad en las horas de trabajo que los indígenas como esclavos debían rendir en obras públicas u otros); y la propiedad de los feudos sobre los indígenas y su explotación, marcaron el desarrollo de una organización social y económica que, aunque se piense superada, constituyen el fantasma que sostiene nuestra estructura como lazo social hasta la actualidad. Los blancos, que eran principalmente españoles (comerciantes, eclesiásticos, burocracia civil, encomenderos, obrajeros), estaban en la cima de la pirámide social disfrutando de prebendas y poder, mientras que la base de la estructura social colonial era ocupada por los indígenas, la fuerza productiva.
¿Es que esta condición de nuestros orígenes ha cambiado?
Podemos entonces pensar que cada cultura está marcada por su origen, donde se constituye un fantasma. Melman plantea el problema de este origen y lo llama “el discurso en el colonialismo” aclarando que no es un “discurso colonialista” porque el colonialismo es una violencia ejercida sobre el discurso (Melman, 2002, p.226). Dice que una situación singular mantenida por el colonialismo, un conflicto establecido por dos lugares: el amo conquistando violentamente sin posibilidad de un pacto simbólico y los esclavos violentados, es una situación que se repite y “que no puede resolverse sino por la violencia y por la fuerza, por una especie de guerra permanente porque no hay encuentro posible con el semejante sino con un extraño, es decir, con alguien con quien toca infligir siempre el acto de violencia inaugural” (Melman, 2002a, p. 216).
Nuestra problemática de origen, en tanto es un origen de conquista, nos coloca en un imaginario constante y, por lo tanto, en la constante lucha por “quitarnos” al amo de encima. Lo que resiste, insiste y no se hace más que reivindicarlo en el lugar ya no de autoridad sino más bien de autoritarismos.
Nuestro lazo social, complicado y enredado se sostiene desde la lógica especular, la cual es caldo donde se cultiva un lazo social violento, desestimador de la ley, de la falta y la diferencia pacto que permitiría producir en comunidad. Nuestros lazos, aún “castistas” y “mitayistas”, se sostienen en relaciones imaginarias donde el amo sigue siendo un feudo amenazador y autoritario. Nuestra sociedad inscrita constitucionalmente como pluricultural y multiétnica es recusante de estas diferencias, añora cada día más, un amo que venga a ponerla en orden, pero eligiendo amos que toman la autoridad sobre sí mismos y se vuelven totalitario, gozando sin límites: presidentes, narcos, o incluso el mismo pueblo. Por ejemplo, las instancias de justicia que están tomadas por el narcotráfico, las revueltas sociales donde el pueblo se vuelve un amo absoluto, o, cuando los mestizos violentamos a otros grupos y viceversa tratando de imponer nuestra educación, justicia y cultura.
A manera de conclusión o de apertura se me plantean algunas preguntas: ¿Se puede revertir esta condición de origen? ¿Qué ilusión de un mejor porvenir para nuestro lazo social, para nuestro país? Si nuestros orígenes han marcado y sostenido sistemas de explotación al otro, ha sido a través de sostener al amo desde el lugar de esclavo y viceversa. La política ecuatoriana sigue sosteniendo esta lógica que sigue marcando y acelerando la eclosión de los fenómenos sociales que van desde los más violentos como el sicariato y el narcotráfico, hasta aquellos menos violentos, pero que nos atraviesan en todas nuestras instituciones cotidianamente. Es que nuestro lazo social no es sino un síntoma de una estructura que tiene una problemática de origen. Alejados de un orden que permita producir a través del reconocimiento de los referentes originarios y que impulse el porvenir, seguimos gozando de seguir y perseguir el imaginario de tener un amo, un “patroncito[2]” que nos “dé diciendo”[3] y de esta manera se evade la responsabilidad, dejando de asumir la palabra y el acto en nombre propio.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
Czermak, Marcel (1987), Notas acerca de las perversiones en su relación con la vida de los grupos, en Estudios psicoanalíticos de las psicosis: pasiones del objeto, Buenos Aires: Nueva Visión.
Espinoza, M. (2012), El cholerío y la gente decente. Quito: Noción imprenta.
Freud, S. (1992a). Psicología de las masas y análisis del yo [1921]. O.C. AE, Tomo VIII
Freud, S. (1992b). El porvenir de una ilusión [1927], O.C. AE, Tomo XXI.
Lacan, J. (2008). El Seminario. Libro XVII: El Reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (2010). El Seminario. Libro XI: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Melman, Ch. (2002). “El complejo de Colón”, en El complejo de Colón y otros textos. Bogotá: Cuarto de vuelta Ediciones.
Melman, Ch. (2002). “El desinterés de los psicoanalistas por la política”, en El complejo de Colón y otros textos. Bogotá: Cuarto de vuelta Ediciones.
Sandoval, I. (2015/06/28). Diálogos con el narcisismo. El Universo. En: https://www.eluniverso.com/opinion/2015/06/28/nota/4987704/dialogos-narcisismo/
[1] Modo y dicho que da cuenta de la “exacerbación” narcisista de elementos que constituyen el “nacionalismo” ecuatoriano pero que tras de ellos, hay una estructura debilitada sostenida en imágenes. “Y no hay nada nuevo bajo el sol, es la ecuatorianidad al palo” (Flores Xavier)
[2] Según Susana Cordero directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la entonación en primer lugar es el rastro más importante del sustrato indígena prequichua, que refleja un significado determinado. Este decir corresponde a la sierra ecuatoriana (montañas), sobre todo. En la morfología es constante el abuso del diminutivo en los nombres, adjetivos y también en los adverbios (ahorita).
[3] “A menudo el giro quichua puede haber penetrado hondamente en el habla”, afirmaba Toscano. Muestra de esta penetración intraducible al español general, construcción que Toscano aconsejaba eludir hace ochenta años, pero que sigue en nuestra habla con vigorosa constancia, son los Dame haciendo, Dame pasando, Da diciendo, Deja cerrando; y hasta Le mandó sacando…”en: https://www.nuevarevista.net/la-lengua-de-ecuador-diminutivos-y-cortesia/