Déficit (fr : manque)
25 août 2009

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GÉRATE MARTINEZ Ignacio
International

En el sistema de pensamiento elaborado por Lacan el concepto « manque » es categoría central en la estructura del sujeto.

El concepto sitúa el psicoanálisis fuera de la psicología ; veamos cómo lo define Lacan  :

« Freud nos revela que si el hombre no se queda amarrado al servicio sexual de la madre es gracias al Nombre-del-Padre, y que la agresión contra el padre se encuentra en el principio de la Ley y que la Ley se encuentra al servicio del deseo pues lo instituye con la prohibición del incesto.

Porque lo inconsciente muestra que el deseo está enganchado a la prohibición, y que la crisis del Edipo es determinante para la maduración sexual de por sí.

El psicólogo desvía de inmediato este descubrimiento –hacia el sentido opuesto– extrayendo una moral de la gratificación materna, en una psicoterapia que infantiliza al adulto, sin que con ello se reconozca mejor al niño.

Hartas veces el psicoanalista se sube en este remolque. ¿ Qué es lo que se quiere eludir ?

Aunque el miedo a la castración forme parte del principio de la normalización sexual, no hemos de olvidar que su propio peso sobre la transgresión que pretende prohibir en el Edipo pesa otro tanto sobre la obediencia y la detiene en la pendiente homosexual.

Por eso lo que crea el déficit a partir del cual se instituye el deseo es más bien la asunción de la castración. El deseo es deseo de deseo, deseo del Otro, como hemos dicho, o sea sometido a la Ley. » 

El itinerario de esta voz en francés, en el sentido estrictamente etimológico, parte del mismo término latino « mancus » que el castellano « manco ». En francés, históricamente, pasa de designar « lo que falta » como parte o función, a un sentido más amplio : la forma en que la realización de algo se ve impedida o lograda de modo incompleto e inapropiado (como en la expresión « à la manque » –avocat à la manque– : abogadillo de secano, o de pleitos pobres, o sin título) Por fin, designa (ya en 1606) la insuficiencia o privación como característica general de alguien o de algo.

En castellano, la dificultad de traducción principal se encuentra en el sintagma nominal « un manque » o « le manque »; es decir en el uso de « manque » como nombre común. Este uso es el que Lacan teoriza como concepto. Desde el punto de vista de la traducción al castellano no habría problema con los adjetivos y formas verbales : « la partie manquante », la parte que falta ; « il nous manque toujours quelque chose », siempre nos falta algo (Unamuno, Vida de D. Quijote y Sancho).

Tanto en la disciplina etimológica como en la teoría de Lacan, el uso nominal es el que le da categoría al concepto y de éste derivan los otros usos (verbales, o adjetivos). Por ello pensamos que en la traducción, –al contrario de lo que se ha hecho hasta ahora (centrarse en las formas verbales y los adjetivos y capear el temporal del sustantivo)– se debe acuñar el término que mejor convenga al sustantivo, iluminando así los demás usos…

Lo evidente o lo equivalente sería traducir « un manque » por una falta, o utilizar una pirueta infinitiva, un faltar. La primera solución se ha de rechazar de inmediato por su connotación moral, pecaminosa ; La expresión « tout homme est soumis au manque » traducida por todo hombre está sometido a la falta podría ser asimilada con la felix culpa (tout homme est soumis à la faute ). La segunda, idem pero más pesada.

« Carencia », traducción usada de « manque », remite a la falta o privación de algo (medios o recursos o cualidades para un fin), con lo que no llega a expresar esta característica general y constitutiva (no de la función o de la parte, o del recurso) que « manque » contiene. Por lo demás, su uso en el campo de la psicología de las aptitudes se prestaría en exceso a confusión (no es lo mismo sufrir de « carencias afectivas » en el aprendizaje que pensar el aprendizaje como sometido a un déficit fundante) .

Si seguimos nuestra búsqueda al amparo del itinerario castellano de « mancus », vemos que la voz « manco », nos proporciona, además de la acepción general de lisiado de cualquier parte del cuerpo (no sólo de la mano), otra acepción : la de incompleto.

Corominas dice que es « común en todas la épocas y propio de todos los romances de Occidente ». La Biblia de Constantinopla abunda en este sentido general (no de brazo o de mano), con la expresión judeoespañola « a lo manco » por « a lo menos ».

Disminución sería, pues, (de parte o función de ella) la acepción que del castellano arranca y que da en « deficiencia » como « falta de algo », es decir de poder ser afectado. Déficit (que entra en la Academia en 1899) es la palabra que designa esta característica general. Y tiene en común con el « manque » francés el ser una sustantivación de la tercera persona singular del presente de indicativo del Deficio latino. Además déficit, o Defecto, traducido al francés sería un equivalente exacto de « manque » o « défaut »: en la expresión anterior, « tout homme est soumis à un manque », podríamos añadir « parce qu’il y a quelque chose qui lui fait défaut ». En castellano : todo hombre tiene un déficit porque le falta algo .

Sometamos ahora nuestra aproximación Lexicológica a la disciplina interna del concepto. Cuando Lacan lo construye, tiene en cuenta, al menos, dos linajes :

Uno. Tras la recuperación y reinterpretación del sujeto cartesiano (lo que el « cogito » funda no es la conciencia, sino precisamente la escisión del sujeto) afirma que para Freud toda concepción de un receso de la conciencia hacia lo oscuro, lo potencial, e incluso el automatismo, es inadecuada para explicar los efectos, lo inconsciente, que no se traduce sino en nudos de lenguaje . Por eso la interpretación del déficit, como condición estructurante del sujeto no se entiende como algo existencial o metafórico.

Dos. Lacan, en una herencia que retoma el avance sartriano (, el hombre es el ser que tiene un déficit de ser para que pueda tener ser), se hace eco de la construcción filosófica de la identidad basada en la negatividad. Pero Lacan, como es sabido, borra en cierta forma sus huellas y desplaza este lenguaje, entre existencial y dialéctico, para echar mano de la fundamentación de la aritmética por Frege : la estructura numérica, la conexión o embrague del 1 respecto del 0. Y dice :

« A partir de ahí nos damos cuenta de que el ser del sujeto es la sutura de un déficit (manque). Precisamente del déficit que, zafándose en el número, lo apoya en su recurrencia –pero no lo sostiene más que por ser lo que le falta al significante para ser el Uno del sujeto : es decir ese término que hemos llamado en otro contexto el trazo unario, la marca de una identificación primaria que funcionará como ideal.

El sujeto se escinde por ser a la vez efecto de la marca y sostén de su déficit …/… Nuestro axioma, que fundamenta el significante : como « lo que representa a un sujeto [no para otro sujeto, sino] para otro significante »… sitúa el lema que acaba de ser readquirido por otro camino : el sujeto es lo que responde a la marca por aquello de lo que ella carece (manque). Donde se ve que la reversión de la fórmula no se hace sino para introducir en uno de sus polos (el significante) una negatividad. »

El déficit del sujeto tiene más alcance, pues, que la mera postulación de su negatividad existencial (frente a la positivación que de él hacen las instituciones que lo identifican) negatividad que es fuente de potencialidades.

Desde, al menos, el seminario sobre La Angustia, la referencia y el desarrollo de esta noción de déficit se hace mediante una topología que incluye la redefinición de lo real, lo simbólico y lo imaginario :

« Esta carga de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación imaginaria, fundamental en el hecho de que hay un límite y es que no toda la carga pasa por la imagen especular. Hay un resto …/… y desde ese momento, en todo lo que es recuperación imaginaria …/… el falo viene en la forma de un déficit (manque), de un . »

Pero, nos dice Lacan, tenemos que tener en cuenta la función de dos déficit, el uno se refiere a la constitución del sujeto, el otro al advenimiento de la vida:

Dos déficit se solapan aquí. El uno surge del defecto central alrededor del cual gira la dialéctica del advenimiento del sujeto a su propio ser en la relación con el Otro –por el hecho de que el sujeto depende del significante y que el significante existe primero en el campo del Otro. Este déficit viene a continuar el otro déficit que es el déficit real, anterior, que se ha de situar en el advenimiento de lo vivo, es decir en la reproducción sexuada. El déficit real es lo que pierde el viviente, de su parte de viviente, por reproducirse por la vía sexuada. Este déficit es real porque se refiere a algo real, a saber que el viviente, por estar sometido al sexo, entra en la jurisdicción de la muerte individual.

La persecución del complemento, el mito de Aristófanes anuda la imagen de manera patética y engañosa, al articular que lo que el viviente busca en el amor es al otro, a su mitad sexual. Esta representación mítica del misterio del amor, la experiencia psicoanalítica la sustituye por la búsqueda por el sujeto, no de su complemento sexual, sino de la parte de sí mismo perdida para siempre, y que está constituida por el hecho de que no es más que un viviente sexuado, y que ya no es inmortal. »

Como verá el lector, hemos traducido todas las formas sustantivas de manque, tanto desde el linaje cartesiano, como desde el existencial o el aritmético por déficit, utilizando « carecer » o « faltar » para las formas verbales y los adjetivos.

Esta traducción que nos satisface a medias, introduce una ambigüedad económica, y nos podrían reprochar relentes psicologizantes parecidos a los que « carencia » nos merece. Sin embargo, desde un punto de vista histórico y Lexicológico, déficit puede defender su legitimidad.

Además, tanto Freud como Lacan insisten sobre « el valor del objeto », en el caso de Lacan con una clara referencia a la teoría marxista :

« A fin de cuentas lo que he querido indicarles con esto es la dirección y el porqué se produce aquí esto que, en suma, es la misma pregunta que Marx se plantea, sin resolverla en su polémica con Proudhon, y sobre la que podemos al fin y al cabo esbozar una explicación : ¿ Cómo se produce el que los objetos humanos pasen de un valor de uso a un valor de intercambio ? Hay que leer ese trozo de Marx porque constituye una buena educación para el espíritu. Se llama : Miseria de la filosofía, Filosofía de la miseria. Se dirige a Proudhon y las pocas páginas en que le pone en ridículo a ese querido Proudhon, es por haber decretado que este paso de uno a otro ocurre por una especie de puro decreto de los cooperadores, sobre los que habría que saber por qué se han hecho cooperadores, y con qué ayuda. La manera en que Marx le destripa durante veinte o treinta amplias páginas, sin contar el resto de la obra, es cosa bastante salubre y educativa para el espíritu.

He aquí pues todo lo que le ocurre al objeto, claro está, y el sentido de esta volatilización, de esta valorización que también es desvalorización del objeto. Me refiero a ese arrancar el objeto del campo puro y simple de la necesidad. Ahí hay algo que, a fin de cuentas, no es más que un repaso de la fenomenología esencial, de la fenomenología del bien hablando con propiedad, e imagínense que en todos los sentidos de la palabra bien. »

Nos decidimos por él, pensando que los investigadores lo podrán estudiar, utilizar y encontrar al cabo uno mejor.

En resumen, nos parece indispensable traducir « manque » por un sustantivo . Pensamos que con este concepto, el muro (de la castración) donde culmina la investigación freudiana con la noción de Urverdrägung o represión originaria, encuentra, en Lacan, una posible declinación por dos vías : la de la marca, como huella de una ausencia (en la aritmética de Frege) y la del Defecto como un « echar de menos » a partir del que nos construimos en la lengua. A esta marca y a esta huella que nos constituye en la esfera de la Otredad la llamaremos déficit y reservamos el « carecer » y el « faltar » para conjugarlo o adjetivarlo.

 

 


 

Ajout proposé par l’auteur en août 2009 :

Traduciremos definitivamente el vocablo « manque » por « manquedad » o « manquera », que es la condición de manco y significa en la Academia desde 1734, “la lesión o impedimento que embaraza el movimiento de las manos : en la cara afean más las manchas o verrugas, que en otra parte del cuerpo las grandes señales o manquedades” ya había propuesto, contra el elaborado con Marinas, “déficit” (Lacan en español, Biblioteca Nueva, Madrid 2003), “manquez”, construido a partir de “manco”, como de “mudo” “mudez”. Manquedad nos lo autoriza de manera definitiva el hallazgo de Marinas en la biografía de Valle Inclán que escribió Ramón Gómez de la Serna (Obras Completas XIX, p. 449 : “Cuando volvió a la vida, don Ramón ya tenía la consagración de su manquedad, lo menos que hay que ser en España para merecer algo, para que el escritor tenga derecho a cierta caridad, aunque a veces no le sirve ni eso y no sale de la miseria, como le pasó a otro manco famoso, a don Miguel de Cervantes”.